Reconocido vecino de Villa Devoto e hijo de una familia muy tradicional del barrio, Julio era un personaje inolvidable para quien lo conociera.
Dias atrás comenzó a correr una noticia triste entre grupos de amigos de Villa Devoto. Esas novedades que elegiríamos no escuchar porque nos tocan de cerca y nos traen inmediatamente innumerables evocaciones de momentos compartidos. Nos dejó Julio Salmini. La pandemia impiadosa se lleva en su atroz devenir afectos eternos.
Reconocido vecino de Villa Devoto e hijo de una familia muy tradicional del barrio, Julio era un personaje excepcional e inolvidable para quien lo conociera. Buen tipo. De gran corazón. Jodón ya la vez reflexivo. Un chico encerrado en una mole de músculos.
Para los que no tuvieron la suerte de conocer a “Semprino” (uno de los mil apodos de Julio) en contextura física es, fue y será lo más parecido a un Superhéroe. Alto, enorme, con look vikingo, se daban vuelta para mirarlo, casi como quien aprecia una obra monumental. Era imposible que pasara desapercibido.
Enamorado de los deportes, apasionado del fútbol y gallina hasta las lágrimas, idolatraba a Alonso. Cuando iba a recibir una pelota, le gritában: “Dibuje Beto!” y el tipo se transformaba. Buscaba emular alguna finta mágica del máximo ídolo de River Plate.
Ese niño encerrado en la dimensión de un luchador grecorromano fue exalumno del Copello, jugó al fútbol en el equipo de sus amigos que el mismo Julio, y por error, rebautizó al inscribirlo: era “Rotten” (podridos) le puso “Rotters” y así quedó for ever. En la foto, Julio es el que posa con figura de fisicoculturista.
Tuvo un momento glorioso cuando armó yunta con Serafín Dengra, ex puma y gloria del Rugby argentino. Eran una cosa de locos. Pocas veces dos tipos tan divertidos y con la energía a toda marcha. Tuvieron gimnasio en Devoto… Entrenar se transformó en una anécdota. El show era verlos entrenar y bromear con ellos. De ese tiempo maravilloso queda esa foto recuerdo en Pinamar.
Julio falleció en España, donde se había radicado hacía ya unos cuantos años trabajando para Sport Club (empresa que, como es sabido, tiene entre sus titulares y gerentes a muchos devotenses). Allí vivía junto a su mujer, María Marta y sus dos hijos, los mellizos Francesco y Lucca. Gerenció muchas sedes de la firma en España y cuando sus hijos comenzaron a jugar al fútbol fundó un Club, el Olimpic Club de Murcia, y lo federó. Allí continúo trabajando. Siempre vinculado al deporte (tenía un estudio de Pilates en La Alcayna) y a su gran pasión, el fútbol. La muerte lo sorprende jóven e inesperadamente. No te olvidaremos nunca Julio querido.