Tras ser vendido en 2022, sus nuevos dueños emprendieron un proceso de recuperación total para devolverle al bar su esencia de bodegón de barrio.
Tras un año y medio de cierre, el histórico Café de García (Sanabria y José Pedro Varela) reabrió sus puertas en Villa Devoto con una renovada imagen y una propuesta gastronómica que combina tradición y modernidad. El bar notable, fundado en 1927 por Metodio y Carolina García, es un espacio emblemático del barrio que supo ser testigo de momentos memorables y que ahora vuelve a brillar con luz propia.
“El objetivo principal fue preservar la esencia del lugar, manteniendo su estilo clásico y sus elementos originales como el imponente mostrador de madera, los pisos de mosaico y las puertas y ventanas restauradas˝, comentan sus nuevos dueños. A su vez, se realizó una ampliación del local, incluyendo un sector para quesos y fiambres que está a la vista del público, se mejoraron los baños e incluso se acondicionó el espacio de la terraza para colocar mesas al aire libre, lugar en el que “muy probablemente los comensales podrán disfrutar de shows en vivo˝, aseguran.
En cuanto a la propuesta gastronómica, la nueva carta del Café de García ofrece una variedad de platos que fusionan la cocina tradicional argentina con toques modernos. Se destacan, como lo fueron tradicionalmente y le dieron fama internacional al local, las picadas. Pero también se destacan las empanadas, las milanesas y los platos del día, elaborados con productos frescos y de estación. Además, se ofrece una amplia selección de vinos, cervezas y tragos para acompañar cada momento.
El Café de García es un lugar ideal para disfrutar de un buen café, un almuerzo o una cena en un ambiente cálido y familiar. Un espacio donde se respira historia y tradición, y donde se puede vivir la experiencia única de un bar notable porteño. Sirva esta reapertura como homenaje para Titi y Hugo García, los dos hermanos que con mucho sacrificio y amor lo sostuvieron en el tiempo.
La placa del recuerdo
Espíritu porteño
En el frente del Café había una placa que rezaba: “El café es uno de los pocos sitios a salvo de nuestras inconstancias. Es uno de los pocos espacios comunes a resguardo de la inclemencia de los tiempos. Más allá de que madera y estaño apenas resistan los embates del plástico y la fórmica, los cafés porteños permanecen. El que hayan sido sentidos como segunda madre o segundo hogar, quizá explique nuestra entrañable relación con ellos. Lugar de encuentros, el café es también escenario para exponerse u ocultarse, para la compañía o la soledad. En sus mesas y mostradores se charla y monologa, pero también se calla. El café es un continente de la vida, un recipiente de sus contradicciones: allí se hacen y deshacen amistades, se tejen y destejen amores. Son, al fin, territorios comunes dentro de una ciudad cruzada por altas murallas invisibles.”