Tradicionalmente, la mordida abierta se ha concebido como una de las maloclusiones más difíciles de tratar para lograr un resultado satisfactorio y estable. La comprensión de la etiología es esencial si se busca establecer el diagnóstico y el plan de tratamiento apropiados para el paciente con este problema.
La mordida abierta debe ser considerada como una desviación en la relación vertical de los arcos dentales maxilares y mandibulares, caracterizada por la falta de contacto entre los segmentos opuestos de los dientes.
Los factores ambientales incluyen variaciones en la erupción dental y del crecimiento alveolar, crecimiento desproporcionado neuromuscular o una función neuromuscular alterada de la lengua, hábitos orales o ambos.
Se ha afirmado que las principales causas de la mordida abierta anterior son las fuerzas que resultan de la succión del pulgar, el uso del chupete, los hábitos de lengua y labios, la obstrucción de la vía aérea que crea la necesidad de un paso oral, alergias, problemas del septum, bloqueo de los cornetes, amígdalas y adenoides, y anormalidades del crecimiento esquelético. Es improbable que un solo factor sea el agente causal.
La mordida abierta dental pura tiene que distinguirse de las mordidas abiertas que involucran la morfología y la posición del maxilar, de la mandíbula o de ambos.
En los niños comprometidos, el tratamiento consiste en el control del hábito, el cual por sí solo puede ser suficiente para permitir que los dientes erupcionen en una posición normal.
La terapia debe iniciar cuando el beneficio para el paciente supera los riesgos (dentales, emocionales y psicológicos) de la interrupción del hábito. El tratamiento puede implicar conciencia, rechazo por un tiempo, recompensa o castigo, refuerzo positivo y procedimientos de atenuación sensorial.
Como la obediencia y la cooperación del paciente son esenciales para eliminar estos hábitos, el niño debe decidir terminar con la costumbre antes que la intervención inicie.
Dra. Marisa Estivill
Llavallol 3863 PB
4501-0703